La hiperactividad infantil es un trastorno muy frecuente, las estadísticas apuntan que afecta a cerca del 3% de los niños menores de 7 años y que es más común entre los varones, en una relación 4:1. Por lo general, reconocer a un niño hiperactivo es bastante sencillo porque se mantiene en constante movimiento durante todo el día, aunque no tenga un propósito determinado. Es el típico niño que va de un lado a otro sin prestarle demasiada atención a las actividades que realiza y que se involucra en muchas tareas pero no logra terminar ninguna.
A estos niños les cuesta mantenerse concentrados en una actividad específica por lo que el 40% suele tener un bajo rendimiento escolar, a pesar de que tienen una inteligencia normal o incluso superior a la media. Se trata de pequeños que suelen ser tercos y obstinados, con un nivel de tolerancia a la frustración muy bajo, lo cual provoca que insistan más de lo normal para lograr lo que desean. En algunos casos pueden llegar a exhibir conductas problemáticas y negativistas, no hacen lo que se les pide y les agrada llevar la contraria.
Todo esto, unido a intensos y bruscos estados de ánimo, así como a un temperamento particularmente excitable, puede hacer que se metan en problemas, tanto en la casa como en la escuela. Además, como son muy inquietos e impulsivos, los padres y maestros afirman que se trata de niños difíciles de manejar, con los cuales los castigos no suelen surtir mucho efecto.
Sin embargo, cuando la hiperactividad se diagnostica durante los primeros años, apenas el niño comienza el colegio, es más fácil lidiar con esta y evitar que aparezcan conductas inapropiadas.
7 signos que desvelan la hiperactividad infantil
- Le resulta muy difícil concentrarse en una misma actividad durante un largo período de tiempo. Pasa de una tarea a otra con facilidad, casi siempre dejando inconclusa la actividad anterior.
- Tiene dificultades para dedicarse a actividades de ocio que no sean activas, como la lectura y la pintura. Cuando lo hace, normalmente las deja a medias porque estas pierden rápidamente el atractivo.
- Se distrae con facilidad ante estímulos que para otros niños resultan irrelevantes o apenas perceptibles, lo cual indica que su capacidad de concentración es muy limitada.
- Tiene dificultades para cumplir las normas y mantener los hábitos cotidianos, tanto en el hogar como en el colegio, por lo que suele tener un comportamiento desobediente.
- Suele ser muy impulsivo, casi siempre se anticipa a los acontecimientos. Por ejemplo, cuando se le hace una pregunta, responde incluso antes de que la persona haya terminado de hablar. De hecho, un niño hiperactivo suele tener dificultades para escuchar a los demás y esperar su turno, tanto en un juego como a la hora de hacer una fila.
- Ejerce un control muy pobre sobre su comportamiento por lo que suele decir y hacer lo que piensa, sin reflexionar sobre las consecuencias. Esta característica le ocasiona problemas en sus relaciones sociales pues es un motivo frecuente de pelea con sus amigos y en algunos casos puede convertirse en la base de futuras conductas antisociales.
- Suele mantenerse en constante movimiento. Mientras está sentado, mueve manos y pies ya que no logra estar completamente tranquilo, aunque se lo pidan.
Como punto final, se debe aclarar que el niño hiperactivo no se comporta de esta manera porque quiere, o por el simple placer de molestar a sus padres y maestros. El problema radica en que es incapaz de controlar su impulsividad y mantenerse concentrado, lo cual genera un estado de frustración que dificulta aún más sus relaciones sociales. Por eso, es fundamental que los padres recurran a un especialista, el cual les brindará las orientaciones adecuadas para manejar con éxito este problema.