Así podrás salvarle la vida a tu bebé si deja de respirar

Tres pautas para aplicar la reanimación cardiopulmonar a un bebé
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¿Sabías que en España mueren más niños ahogados que en accidentes de tráfico? De hecho, la muerte por ahogamiento es la tercera causa mundial de muerte infantil. Asimismo, los casos de asfixia por broncoaspiración o atragantamiento son bastante frecuentes, sobre todo durante los primeros años de vida cuando el sistema respiratorio es aún inmaduro y el pequeño no es capaz de eliminar el exceso de mucosidad o líquido que puede acumularse en sus vías. En estos casos, el bebé puede tener dificultades para respirar con normalidad, o simplemente dejar de hacerlo, por lo que es importante conocer algunas maniobras de primeros auxilios que puedan salvarle la vida.

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¿Cómo saber si tu bebé tiene dificultades para respirar?

Los bebés suelen respirar más rápido que los adultos ya que tienen una menor capacidad pulmonar. La frecuencia respiratoria de un recién nacido es de aproximadamente 40 respiraciones por minuto, la cual puede disminuir a entre 20 y 40 respiraciones por minuto mientras duerme. Durante los primeros meses de vida también es común lo que se conoce como respiración periódica, que consiste en un patrón de respiración irregular en el que el bebé respira rápido varias veces, realiza una breve pausa de unos segundos y vuelve a respirar otra vez.

Es importante tener en cuenta que el patrón de respiración de un bebé puede variar de un momento a otro dependiendo de la actividad que realice, pero si de repente notas que tu bebé no respira como es habitual, quizá debas prestar atención a otros signos que podrían indicar que su función respiratoria está fallando. En este sentido, las dificultades para respirar suelen acompañarse de:

Aleteo nasal. Se trata de uno de los primeros signos que indican que al bebé le cuesta respirar. Podrás darte cuenta si al respirar, las fosas nasales del pequeño se ensanchan mucho más de lo habitual.

Apnea o respiración agónica. Se trata de un sonido común que emiten los bebés con dificultades para respirar. Básicamente, consiste en la detención de la respiración durante unos segundo seguida de una gran inspiración que se hace acompañar de un sonido agónico.

Tos. En los casos de atragantamiento, es habitual que el pequeño comience a toser. Se trata de una respuesta natural del cuerpo para intentar expulsar la mucosidad, el líquido o los objetos extraños de las vías respiratorias.

Cianosis. Si notas que tu bebé comienza a adquirir una coloración azulada, esto podría ser una señal de que no cuenta con suficiente oxígeno. Por lo general, la cianosis se empieza a reflejar en los labios y la punta de los dedos, pero a medida que avanza podrá notarse en otras partes del cuerpo.

Pérdida de conciencia. Cuando la ausencia de oxígeno ha sido prolongada y este ha dejado de llegar al cerebro del bebé, es habitual que se produzca una pérdida de consciencia. Sabrás que tu bebé ha perdido la consciencia si no responde a ningún estímulo.

Debilitamiento de los signos vitales. Este es uno de los signos más graves que revela una dificultad para respirar en los bebés. Ocurre debido a la falta de oxígeno y puede notarse con facilidad ya que el bebé no reacciona a ningún estímulo, tiene un pulso o la respiración demasiado débiles.

Si bien la RCP y la maniobra de auxilio en caso de atragantamiento es distinta a la de los adultos, en este caso la posición adecuada es la misma.

Así puedes reanimar a un bebé con dificultades para respirar

Los primeros minutos tras los que un niño deja de respirar son fundamentales para salvarle la vida y evitar secuelas cerebrales debido a la falta de oxígeno. Existen algunas maniobras de primeros auxilios que puedes poner en práctica en caso de emergencia para no perder ni un solo segundo. No obstante, si estas maniobras no dan resultado y notas que el bebé ha dejado de respirar, siempre puedes recurrir a la reanimación cardiopulmonar.

La reanimación cardiopulmonar, también conocida como técnica RCP, consiste básicamente en una maniobra de sustitución manual de las funciones respiratoria y circulatoria. Básicamente, es una combinación de la respiración boca a boca para proveer de oxígeno a los pulmones y compresiones cardiacas para mantener la sangre circulando.

RCP en bebés y niños

Esta técnica se recomienda cuando se produce un paro respiratorio, pérdida de conciencia o de los signos vitales. A pesar de que su esencia es la misma, en el caso de los bebés la reanimación cardiopulmonar sigue algunas pautas diferentes a la de los adultos. Estos son los pasos a seguir:

Tras comprobar si el pequeño está consciente, verifica si respira abriendo su vía aérea con una mano en la frente y otra en el mentón. Ten en cuenta que en el caso de los bebés no es necesario extender el cuello, solo alinear la cabeza y el tórax. Con el oído próximo a su boca, mira su tórax para observar si el pecho se eleva por la respiración. Si respira, colócalo en una posición lateral segura y continúa evaluando la respiración hasta que lleguen los servicios de emergencia.

Si al comprobar la respiración, el bebé no respira realiza 5 ventilaciones lentas. Para ello, inspira suficiente aire y, realizando un boca a boca-nariz en el que ocupes tanto la boca como la nariz del lactante, insufla lentamente el aire hasta que veas que el tórax se eleva ligeramente. Apártate del pequeño para volver a tomar aire y repite el procedimiento otras cuatro veces. Incluso aunque creas que no has realizado bien alguna ventilación, no hagas más de 5 repeticiones.

Una reanimación cardiopulmonar consiste en una serie de compresiones (combinación de bombeo torácico) cuya finalidad es la de mover la sangre del corazón al cuerpo, mientras que la respiración boca a boca envía oxígeno a los pulmones. Si el bebé deja de respirar, no está recibiendo el oxígeno necesario para mantenerse con vida, y cuando esto ocurre su corazón también se detendrá pronto.

Tras las ventilaciones, comprueba si el pequeño responde, tose, respira o se mueve. Si sigue sin reaccionar ante ningún estímulo, empieza con el masaje cardíaco. Utilizando los dedos anular y del medio, colócalos perpendiculares al esternón, ya sea un dedo por debajo de la línea intermaxilar o un dedo por encima del tercio inferior del esternón. En esa posición realiza 30 compresiones, hundiendo el pecho entre un tercio y la mitad de su profundidad, seguidas por 2 insuflaciones de aire. Las compresiones deben ser a un ritmo rápido y sin pausas.

Si el pequeño sigue sin respirar, continúa con la reanimación cardiopulmonar hasta que lleguen los servicios de emergencias. De esta manera, conseguirás que la sangre siga circulando y que el oxígeno llegue a todo el organismo hasta que reciba ayuda especializada. Recuerda que si el pequeño empieza a respirar por su cuenta, debes detener la maniobra ya que de lo contrario podría resultar contraproducente.

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