Cada vez son más los padres que acuden a las consultas de Psicología en busca de una solución para el comportamiento desobediente de sus hijos. Sin embargo, en algunos casos no se trata de una desobediencia común sino que en la base de esa conducta se esconde un problema mayor: el trastorno oposicionista desafiante. Se trata de una alteración infantil muy frecuente, según datos de la Sociedad Española de Pediatría, en España afecta al 15% de los niños.
En realidad, es muy común encontrar conductas desafiantes a lo largo del desarrollo de cualquier niño. No obstante, en ocasiones este comportamiento persiste durante más tiempo del habitual o se acentúa demasiado, hasta convertirse en un trastorno oposicionista desafiante. Este problema se puede manifestar de diferentes maneras, desde una pasividad extrema hasta la hostilidad, las verbalizaciones negativas o la agresividad.
Lo peor es que el trastorno oposicionista desafiante suele seguir un curso bastante estable a través del desarrollo infantil, y también entraña un mayor riesgo de que aparezcan problemas sociales y/o académicos. Por eso, lo más conveniente es acudir cuanto antes al psicólogo y recibir un tratamiento. De hecho, la buena noticia es que existen diferentes tipos de terapias efectivas para abordar este problema. Cuando los síntomas se diagnostican a una edad temprana y se sigue el tratamiento, el trastorno merma considerablemente.
Las causas del trastorno oposicionista desafiante
No existe una causa específica que pueda explicar el trastorno oposicionista desafiante. No obstante, los expertos aseguran que el factor psicosocial desempeña un papel fundamental. Se ha podido apreciar que algunos factores, como una educación coercitiva o violenta, la inmadurez o la falta de experiencia en la crianza de un hijo, pueden estimular las conductas desafiantes. Asimismo, la inexistencia de lazos afectivos, el abandono durante los primeros años de vida, los conflictos maritales y la depresión materna, también pueden propiciar la aparición del trastorno o agudizar sus síntomas.
También se ha encontrado que los factores genéticos tienen un peso importante en el desarrollo de esta alteración. De hecho, se conoce que los hijos de padres con antecedentes de trastorno oposicionista desafiante infantil o de trastorno disocial, tienen una mayor vulnerabilidad genética a desarrollar conductas hostiles. Los estudios incluso han demostrado que existe una vulnerabilidad genética relacionada con anomalías en los cromosomas XYY y XXY, que estimulan este tipo de alteración de la conducta.
Por otra parte, las últimas investigaciones neurológicas aseguran que en el trastorno oposicionista desafiante existe un déficit en los niveles serotoninérgico y noradrenérgico del cerebro. Esta deficiencia afecta la respuesta psicológica y emocional de los niños ante los estímulos hostiles del medio y se traduce en una dificultad para regular las conductas agresivas y violentas.
Los síntomas del trastorno oposicionista desafiante
La característica más sobresaliente del trastorno oposicionista desafiante es el comportamiento negativista, desafiante, hostil y desobediente del niño hacia las personas con autoridad, como los padres o profesores, aunque también pueden comportarse de esa forma con sus amigos y compañeros de clase. Este patrón de conducta debe permanecer estable durante al menos 6 meses y se debe manifestar en todas las esferas de su vida, aunque lo usual es que sea más evidente en las interacciones con las personas más cercanas.
El niño con trastorno oposicionista desafiante presenta:
- Rabietas y/o discusiones frecuentes con los adultos.
- Terquedad persistente, sobre todo cuando se ha propuesto hacer algo que está prohibido.
- Mala tolerancia a las órdenes, es común que se nieguen abiertamente a cumplirlas y que desafíen a los adultos.
- Respuestas coléricas, resentidas y rencorosas ante cualquier circunstancia.
- Actitud desafiante y deliberada, que molesta a los demás y que no tiene una causa aparente o está causada por motivos insignificantes.
- Insultos y palabras despectivas y violentas hacia los demás.
- Conducta negativa, se niega a negociar y comprometerse con los adultos o sus coetáneos.
- Incapacidad para aceptar las consecuencias de sus propios actos, con tendencia a culpar a los demás.
- Episodios ocasionales de violencia física, con o sin intención.
- Deterioro significativo en los resultados académicos y en las relaciones sociales.
Se debe aclarar que no es usual que aparezcan todos estos síntomas a la vez pero a medida que el trastorno se instaura, van apareciendo nuevas manifestaciones, siempre más complejas y severas. De hecho, es frecuente que en muchos niños se desarrolle incluso una comorbilidad con otras alteraciones psicológicas, como el TDAH, cuyos síntomas aparecen de forma secundaria a las conductas hostiles.