¿Tu hijo de 3 años no sabe perder? A qué se debe y qué puedes hacer para ayudarlo
Claves para que los fracasos no hagan mella en la autoestima de los niños
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Para un niño de 3 años perder no es una opción. Prueba a ganar a un pequeño de esta edad, obvia todas las indirectas que te envía y pasa por alto sus reglas y te enfrentarás a un enfado de proporciones monumentales. Se trata de un comportamiento mucho más habitual de lo que imaginas ya que responde a su incapacidad para lidiar con el fracaso. Ten en cuenta que a esta edad los niños no tienen desarrolladas muchas de sus habilidades cognitivas, emocionales ni sociales, por lo que les cuesta muchísimo asumir que no pueden conseguir todo lo que se proponen. Afortunadamente, es una fase que van superando poco a poco, un proceso al que puedes contribuir brindándoles herramientas que le permitan aprender a lidiar con el fracaso.
¿Por qué los niños de 3 años no llevan bien perder?
Los niños de 3 años están en pleno desarrollo emocional y cognitivo. Sin embargo, aún no cuentan con demasiadas habilidades que le permitan lidiar con el mundo que les rodea, ni poseen recursos psicológicos suficientes para afrontar los fracasos. Esto significa que cuando las cosas no salen como esperaban suelen venirse abajo con facilidad, ya sea con un enfado de proporciones épicas, un llanto inconsolable o una gran tristeza reflejada en sus ojos. En parte se debe a que a esta edad no tienen una gran paciencia y necesitan una gratificación instantánea. De manera que, cuando no consiguen lo que quieren, pueden frustrarse con mucha facilidad.
En la base de esta incapacidad para lidiar con los fracasos también se encuentra su egocentrismo. Se trata de una etapa de su desarrollo en la que solo son conscientes de sí mismos y sus necesidades. Una etapa importante en su crecimiento ya que los ayuda a conocerse mejor, sentar las bases de su personalidad y convertirse en personas más autónomas, pero que también trae aparejada algunos aspectos negativos como la falta de empatía. A esta edad los niños no son capaces de comprender las necesidades y deseos de los demás, a la vez que tampoco entienden conceptos como la igualdad o la solidaridad.
Esto les impide percatarse del impacto que el fracaso puede tener sobre las otras personas, sobre todo cuando se trata de otros niños, o el daño que puede infligirles al querer ganar siempre. Solo son capaces de satisfacer sus necesidades y cumplir sus expectativas y, cuando no lo logran lo consideran una amenaza a su autonomía, desencadenando una serie de reacciones emocionales intensas que son las que puedes evidenciar cuando pierden un juego o quedan últimos en una competición.
Asimismo, a esta edad su autoestima es aún muy frágil, de manera que cualquier derrota puede ser percibida como un gran golpe a su autovaloración, haciendo que sientan que no son lo suficientemente buenos o que están haciendo las cosas mal. Por eso, mientras que niños más grandes no le conceden demasiada importancia a perder, para un pequeño de 3 años puede representar un enorme fracaso al creer que no está a la altura de la situación. Sin embargo, aunque se trate de una reacción normal a esta edad, es importante enseñarles a lidiar con el fracaso.
La importancia de enseñar a perder a los niños
Dejar ganar a los niños de 3 años puede ser un buen recurso para fortalecer su autoestima y brindarles la seguridad que necesitan para ganar independencia. Sin embargo, esta estrategia puede convertirse en un arma de doble filo a largo plazo ya que puede convertir a los niños en pequeños tiranos y hacer que desarrollen una baja tolerancia a la frustración. Una buena alternativa consiste en dejarlos ganar algunas veces, sobre todo cuando se esfuerzan demasiado en conseguirlo, y otras veces ayudarlos a lidiar con el fracaso. A fin de cuentas, enseñar a los niños a afrontar el dolor y la frustración cuando no consiguen lo que quieren es la mejor manera de prepararlos para el futuro. Esto ya que:
- Mejora su empatía. Enseñar a los niños a perder puede ser un buen ejercicio para desarrollar su empatía. Esto ya que serán capaces de comprender mejor lo que sienten las personas de su entorno cuando fracasan. Una habilidad social que los ayudará a entender que no son los únicos que se sienten mal cuando las cosas no salen como esperaban y que los acercará a las personas que los rodean.
- Fomenta su resiliencia. La resiliencia, esa capacidad para adaptarse a las situaciones difíciles y salir fortalecido de ellas, también se entrena cuando los niños aprenden a perder. Esto los prepara para la vida, los vuelve más resistentes a los fracasos y los anima a levantarse una y otra vez para llegar hasta su objetivo.
- Aumenta su tolerancia a la frustración. La tolerancia a la frustración es una habilidad fundamental que les permite a los niños lidiar y asumir de manera más constructiva los fracasos. Y no hay mejor manera para desarrollarla que enseñando a los niños a perder y a afrontar los fracasos como una experiencia de aprendizaje y crecimiento personal.
- Fortalece su autocontrol. Enseñar a los niños a perder también puede ser un buen entrenamiento para fortalecer su autocontrol. No se trata de animarlos a esconder sus emociones cuando fracasan, sino de brindarles estrategias que les permitan expresarlas de forma asertiva. De esta manera, aprenderán a tener un mayor dominio sobre sus emociones y a utilizarlas en su beneficio, en lugar de permitirles tomar el control de sus vidas.
- Construye una autoestima a prueba de balas. Cuando enseñas a los niños a perder estás cambiando el foco de atención de los éxitos y logros a lo verdaderamente importante, la persona que es. Es una buena manera de enseñarles que son mucho más de lo que pueden conseguir en la vida y que, aunque cosechar éxitos sea reconfortante, no determina la persona que en realidad es. Sin duda, una estrategia excelente para crear una autoestima a prueba de balas.
¿Cómo ayudar a tu hijo de 3 años a perder sin herirlo?
Enseñar a perder a un niño de 3 años sin herirlo a veces puede ser complicado. Sin embargo, si te mantienes a su lado, le muestras todo tu apoyo y le brindas las herramientas necesarias para que pueda aprender de su fracaso, le estarás preparando para el futuro sin herir su orgullo ni sus sentimientos. ¿Cómo conseguirlo?
- Enséñale que lo importante no es el destino, sino el camino. Anímalo a divertirse durante todo el proceso, sin pensar en el resultado.
- Alégrate cuando gane, pero también cuando pierda. Hazle saber que, aunque no haya conseguido su objetivo, se ha llevado un valioso aprendizaje.
- Pídele que hable abiertamente sobre sus emociones. Pregúntale cómo se siente y escucha atentamente lo que tiene que decir. Validar sus emociones hará que se sienta mejor.
- Bríndale herramientas emocionales para que canalice su frustración de forma más asertiva. Técnicas como la respiración diafragmática, el globo o la rana, pueden ayudar.
- Enseña con el ejemplo. Conviértete en un patrón a seguir cuando pierdas o hayas fracasado. De esta manera, le estarás enseñando a tu hijo cómo comportarse cuando le suceda.
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