Lo siento mucho papá, dejé que mi asesino pudiera conmigo
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Las drogas son un problema real en muchas familias. En ocasiones personas que han caído en las drogas se recuperan y las dejan para siempre, pero sus órganos han quedado dañados y en el futuro sufrirán problemas de salud a causa del consumo que han tenido en el pasado. La educación es el arma más fuerte para evitar que los adolescentes comiencen a consumir drogas.
Sin una buena educación y sin información, los niños y adolescentes no ven la gravedad de sus acciones al consumir drogas. Sienten que a ellos no les pasará nada y asocian el consumo de cualquier tipo de droga con diversión y pasarlo bien con los amigos. Pero la realidad de las drogas es otra muy diferente y es importante que los niños tomen conciencia de eso desde que puedan razonar para evitar el consumo.
Que no sea un tabú
Para evitar que los adolescentes consuman drogas no hay que evitar hablar de ello. No tiene que ser un tema tabú, tiene que ser un tema que se aborde con sinceridad y buena comunicación. Explicando las terribles consecuencias a corto y largo plazo de las drogas, permitiendo que los niños y adolescentes e incluso los jóvenes hagan las preguntas que quieran para tener información sobre este tema. La información es poder.
No pienses que tus hijos consumirán drogas porque hables de ellas… la información les da el poder de decidir qué quieren en su vida y sabrán que contigo pueden hablar de cualquier tema. La información les dará el poder para poder decir NO ante las drogas cuando, posiblemente, la presión social intente que caigan en ellas como una forma ignorante de pasarlo bien.
Lo siento mucho, papá
A continuación queremos mostrar una carta de un joven que murió por sobredosis en 1997, pocos días después de haberla escrito. Habla de cómo las drogas se convirtieron en su asesino y de que siente no haber podido parar a tiempo. Una de sus últimas voluntades era que todos los jóvenes del mundo pudieran leer esta carta para que se concienciase de lo peligroso que resulta comenzar a “tontear” con las drogas. La carta es la siguiente:
Lo siento mucho papá, porque creo que ésta es la última vez que me podré dirigir a ti. En serio lo siento. Es tiempo de que sepas la verdad. Voy a ser breve y claro: la droga me mató, papá.
Conocí a mi asesino a eso de los 15 o 16 años de edad. Es horrible. ¿Sabes cómo fue? Un ciudadano elegantemente vestido, una persona normal y que se expresaba muy bien, me presentó a mi futuro asesino: la droga.
Yo intenté rechazarla, de veras lo intenté, pero este señor se metió en mi dignidad, diciéndome que yo no era hombre. No es necesario que diga nada más, ingresé al mundo de las drogas.
No hacía nada sin que las drogas estuvieran presentes. Yo me sentía más que las demás personas, y la droga, mi enemiga, sonreía…
¿Sabes, papá? Cuando uno comienza, encuentra todo muy divertido. Uno se cree superior incluso a Dios.
Hoy, en este hospital, reconozco que Dios es lo más importante en el mundo, sé que sin su ayuda no estaría escribiendo lo que escribo.
Papá, no vas a creerlo, pero la vida de un drogadicto es terrible, y todos los jóvenes deben saberlo para no entrar en esto.
Ya no puedo dar tres pasos sin cansarme. Los médicos me dicen que me voy a curar, pero cuando salen del cuarto, mueven la cabeza.
Papá, sólo tengo 19 años y sé que no tengo posibilidades de vivir. Es muy tarde para mí, pero tengo un último deseo que pedirte:
HABLA CON TODOS LOS JÓVENES QUE CONOCES, Y ENSÉÑALES ESTA CARTA.
Diles que en cada puerta de los colegios y en cada aula, en cada facultad, en cualquier lugar, hay siempre un hombre elegante que les va a presentar a su futuro asesino, al que destruirá sus vidas.
Por favor, haz eso, papá, antes de que sea demasiado tarde para ellos también. Perdóname por hacerte sufrir tanto con mis locuras.
Adiós, mi querido padre.
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